Correspondencia #10 (español)

08 Sep 2020
“Brasil de JK”, revista Manchete, nº 409, 20 ene. 1960, p. 28. Foto Jáder Neves/ Ivo Barretti/ Revista Manchete

A lo largo del proceso de construcción de la 34ª Bienal de Paulo, su equipo curatorial, artistas participantes y autores, a través de cartas como ésta, reflexionan directa e indirectamente sobre el desarrollo de la exposición. Esta décima carta fue escrita por Carla Zaccagnini.

“Nuestro pasado no es fatal, ya que lo rehacemos todos los días”, escribió Mario Pedrosa en un texto sobre Brasilia, en 1959.¹ El pasado sólo existe reescrito a partir de cada presente. Cada vez que volvemos a un diario antiguo para leer un artículo histórico podemos encontrar nuevas pistas, en los anuncios laterales; en los errores tipográficos o fallas de impresión; en las manchas dejadas por los usos y lecturas que marcaron la vida del diario desde que salió de la prensa hasta llegar a nuestras manos. Cambia aquello que queremos y podemos acceder del pasado, y así se van sumando las camadas que le dan forma y gusto. Al contenido del texto se suma el personaje del funcionario disléxico, el eslogan que quiere vender autos o cigarrillos, el sudor de las manos, una marca de vaso. 

Pero no es sólo eso. Cada vez que, como ahora, necesitamos entender dónde estamos, buscamos en fragmentos del pasado causas y señales que encadenamos en narrativas con el resultado actual. Y cuando el presente cambia, el pasado lo acompaña. Si la lluvia refresca la sequía, las nubes oscuras que vimos en el cielo de ayer ya eran la evidencia de la tempestad y del alivio. Si la lluvia no cae, las mismas nubes eran de mal augurio y ya anunciaban las vacas flacas. 

Al hablar de la ciudad futurista, todavía en construcción, Pedrosa suspende la solidez del pasado. Un año después, entretanto, en la inauguración de Brasilia, el pasado pesa. El encargado de ceremonial manda a transportar una campana de hierro desde la ciudad montañosa de Ouro Preto hasta la Plaza de los Tres Poderes. En el momento en que se fundaba lo que prometía ser una nueva era, pareció necesario hacer eco del sonido de ese símbolo católico y colonial. Y entonces, el día 21 de abril de 1960, la campana de la Capilla del Padre Faria – como es conocida la capilla de Nuestra Señora del Rosario de los Hombres Blancos, inicialmente dedicada a Nuestra Señora del Parto – dobló por el nacimiento de Brasilia. 

¿Cuál era el pasado que se intentaba evocar con esa presencia? Otro 21 de abril, el de 1792,² en que ese mismo sonido también se oyó desplazado – no en un lugar, pero en un momento en que no debería sonar. Las campanas de toda la colonia habían sido prohibidas de doblar durante el día y la noche de la ejecución de Tiradentes, traidor de la corona. Pero se dice que cuando la noche ya estaba oscura y silenciosa, los habitantes insomnes de Vila Rica pudieron identificar el sonido familiar de esa campana.

Es comprensible el deseo de hacer las paces con el propio fantasma. El traidor, a su vez traicionado, condenado a la “pena de muerte para siempre” (por ahorcamiento y sin sepultura), asesinado por el Estado antes del nacimiento de la nación, para ser entonces rescatado de su muerte sin fin y condenado a la vida eterna de un mártir nacional. Tiene sentido que sea en Brasilia, para comenzar de cero en el plan piloto³. Y se entiende la sutileza de conectar los dos momentos históricos por la presencia abstracta de un sonido.

Pero se cometió un pequeño desliz o un grave error al recordar el levantamiento por el momento de su represión. El sonido que se hizo oír de nuevo no es el clamor de la revuelta ni los susurros de la insurrección, es el sonido del lamento prohibido por la ejecución de un rebelde. Y entonces vino el futuro: desde esa misma plaza central de la capital proyectada para tiempos mejores, centenas de nuevos asesinatos fueron ordenados por el estado durante las décadas siguientes. Y ninguna campana dobló. 

El pasado se rehace cuando podemos mirar de nuevo y ver lo que estuvo fuera de foco, el anuncio de un automóvil llamando Brasilia; un círculo color café; la imagen de Nuestra Señora en relieve en una campana de 1750, el hierro agrietado. Todas las campanadas, los redobles y repiques que ya hizo sonar desde entonces para llamar a la misa o a la novena; para contar las horas, para anunciar un incendio, un bautismo, un casamiento, un funeral. Los diferentes toques que anticipan cada entierro: una mujer, un hombre, un padre, un Papa, un monarca. Ninguno para los traidores de la corona, habiendo corona o no. 

Hay algo en la manera que tocan las campanas en Minas Gerais que saca de ellas sonidos que ninguna iglesia europea ya oyó. Es posible escuchar en estos toques la presencia de las culturas africanas, que llegaron aquí en las memorias recientes de hombres y mujeres esclavizados, y que permanecen aquí, en los recuerdos indirectos de sus hijos y nietos.  

Podemos rehacer el pasado, ver la sucesión de brazos moviéndose, rápidos, para alcanzar sonidos que ninguna campana fue hecha para producir. Los músculos haciendo doblar las campanas, haciendo doblarse el hierro. Podemos ver cómo paulatinamente, por repetición, los ritmos africanos fueron entallando cambios invisibles sobre la campana alemana de la capilla de los Hombres Blancos – el sonido transitorio impregnándose en el metal. Podemos mirar de nuevo al momento inaugural de nuestra ciudad del futuro, central, blanca, amplia, limpia, diseñada con regla. Ver la estructura de madera, las amarras, la campana suspendida. Oír el discurso, la misa, los aplausos. Pero si escuchamos de nuevo, hoy, podemos oír la presencia de nuestra herencia africana habitando el sonido de esa campana agrietada, acostumbrada a la percusión.



¹ Mário Pedrosa. “Brasília, a cidade nova”. In: Arquitetura: Ensaios críticos: Mário Pedrosa. San Pablo: Cosac Naify, 2015, p. 93.

² En su discurso durante la ceremonia de instalación del Poder Ejecutivo en Brasilia, el presidente Juscelino Kubitschek deja claro el deseo de aproximar esas dos fechas: “El día de hoy se tornó doblemente histórico para Brasil porque la gloriosa evocación del pasado se junta ahora con la epopeya de la construcción de esta nueva capital que acabamos de inaugurar. Saludamos así a un solo tiempo, el pasado y el futuro de nuestra patria, a través de dos acontecimientos que se atan en el ideal común que los animó: el de hacer a Brasil afirmarse como nación independiente”.

³ Término asociado originalmente al proyecto urbanístico planificado por Lucio Costa en 1957, vencedor del concurso para la construcción de Brasilia, actualmente denomina la parte de la ciudad construida según las directrices de ese proyecto.



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